Sobrevivió en un régimen de clandestinidad, con la cerradura y las persianas echadas. Pero finalmente el régimen fundamentalista de los talibanes ha sido implacable. El Gobierno afgano acaba de decretar el cierre de todas las peluquerías y salones de belleza femenina del país, siguiendo “una orden verbal del líder, el mulá Hebatula Ajunzada, hay un mes de plazo para que se ejecute. In agosto se cumple precisamente dos años desde el regreso del movimiento talibán al poder.
Las peluquerías femeninas florecieron en Afganistán a finales de 2001, tras la invasión norteamericana al país que derivó en los atentados del 11-S. Para la versión más radical del islam político que mandaba antes y vuelve a gobernar ahora, las peluquerías -con independencia de que el peinado sea luego cubierto por el velo o por el burkason una fuente de vicio para la mujer; también se crean fuentes de trabajo femenino incompatibles con la visión tradicionalista.
La mujer honrada, la pierna quebrada y en casa. De hecho, el decreto ha sido publicado por el Ministerio para la Prevención del Vicio y la Propagación de la Virtud, donde se junta lo más selecto del clero talibán.
Con anterioridad a este decreto, el régimen talibán ya había restringido los derechos de las mujeres a trabajar en organizaciones públicas o en oenegés, y había decretado el cierre de gimnasios femeninos o la práctica de deporte en los parques. Pero la medida más ominosa contra las mujeres se produjo hace meses, cuando Kabul decretó el cierre de todas las escuelas de educación secundaria para las niñas y su acceso a la universidad. Sólo tendrán derecho a las primeras letras, para aceptar desde pequeñas su dependencia del varón.
En los últimos veinte años, las mujeres llenaron los pasillos de las universidades; viajar libremente por todos los países y unirse con todos los sectores profesionales: militar, judicial e inclusive del trabajo en el Gobierno.