Sin el factor sorpresa, resulta difícil imaginar que los atentados de Hamás contra el sur de Israel del pasado 7 de octubre hubieran resultado tan mortíferos. Por eso, poco después de la matanza, todas las miradas se volvieron hacia los servicios de Inteligencia, cuyo error sin precedentes propició que los terroristas llevaran a cabo sus asesinatos. El último en asumir su culpa ha sido Ronen Bar, el jefe del Shin Bet, el servicio israelí de Inteligencia interior, que admitió que no habían estado a la altura en un comunicado hecho público este lunes.
«A pesar de una serie de acciones que llevamos a cabo, desgraciadamente, el sábado fuimos incapaces de generar una alerta suficiente que permitiera frustrar el ataque», dijo Bar. «Como responsable de la organización, la responsabilidad recae sobre mí. Ya habrá tiempo para las investigaciones. Ahora luchamos», pidió.
Como recordaba este lunes el diario ‘The Washington Post’, el lamento de Bar se une al del jefe del Estado Mayor de Israel, Herzi Halevi, y al del asesor de seguridad nacional, Tzachi Hanegbi.
Al menos 1.400 israelíes murieron en los atentados terroristas, que se produjeron después de un intenso bombardeo con cohetes desde la Franja de Gaza y tras la infiltración de terroristas armados. Las imágenes que han trascendido estos últimos días de los kibutzim, las colonias agrícolas más golpeadas por la violencia, así como del lugar donde se celebraba el festival Supernova, donde se recogieron 260 cadáveres, son terroríficas.