En los últimos meses e, incluso, años, las advertencias de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), la Nasa o la propia Organización Meteorológica Mundial lanzan avisos históricos de temperaturas y añade la coletilla «desde que hay registros». Unos datan de 1960, otros de 1940 y algunos de ellos llegan hasta 1850. «Yo trabajo en algunas ocasiones sobre el Cretácico superior y eso son 65 millones de años», responde José-Abel Flores, paleoclimatólogo y catedrático del departamento de Geología de la Universidad de Salamanca.
Sin embargo, «se puede ir más atrás», afirma con certeza al otro lado del teléfono. Flores rastrea las profundidades del mar para buscar respuestas a preguntas de la actualidad y las encuentra. «El Atlántico tiene 100 millones de años y el Pacífico unos 170 millones de años», explica. En su lecho marino, los océanos esconden rocas sedimentarias que tienen registros de épocas pasada, «lo que ocurre es que se mueven y quedan enterrados durante ciclos de millones de años. Flores junto con los compañeros del Programa Integrado de Perforación Oceánica (IODP) recorren mares y océanos buscando isótopos de oxígeno. «Lo que nosotros hacemos es lo mismo que ocurre en la Antártida, pero extrayendo testigos de hielo», señala.
A través de perforaciones en el fondo del mar, los paleoclimatólogos viajan en el tiempo. «Tenemos burbujas fósiles de la atmósfera de hace 1,2 millones de años», señala. Esas pequeñas concentraciones permiten conocer a estos investigadores la temperatura de la tierra en aquella época y también la concentración de gases en la atmósfera. «Es un registro absolutamente fidedigno», añade.
El archivo histórico de José Abel se remonta a hace un millón de años, «ahí tenemos conocimiento de una gran concentración de CO2», explica. Una biblioteca que se compone de miles de ‘bichitos’ microscópico recogidos cada «cinco centímetros» del fondo del mar. «También se pueden ver los anillos de los árboles o, incluso, los arrecifes de coral», explica. Los organismos recolectados por el equipo de Flores «flotan y van recopilando toda la información de su entorno y queda registrado en su caparazón de carbonato cálcico», comenta el científico. Cuando mueren caen al fondo y ahí los ‘rescatan’ para descubrir los registros del pasado. Una incursión en la historia como si de un libro se tratase. «Es una técnica de ingeniería compleja, pero vamos literalmente separando lámina a lámina de forma microscópica», detalla.
«Tenemos burbujas fósiles de la atmósfera de hace 1,2 millones de años»
José-Abel Flores
Paleoclimatólogo
Así se llega hasta hace 40 millones de años, «es lo que conocemos como Paleoceno o Eoceno -comenta Flores- la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era de 3.000 partes por millón y «también había mucho metano», advierte.«Las temperaturas eran 12 grados por encima de la media y provocó que los organismos de los océanos modificaran su ecosistema, pero esto ocurrió por una serie de explosiones volcánicas», adiverte.
Estos pequeños organismos no son los únicos paleodatos que advierten de un calentamiento de la Tierra. «Los testigos de hielo de la Antártida hablan de una concentración de 285 partes por millón de CO2 hace 1.200 millones de años y las temperaturas eran altas», explica. «Ahora ese dióxido de carbono natural debería tener esas cifras», apunta. La diferencia es que la cifra casi se multiplica: «Hace unos días lo miré y en el Pacífico era de 414 partes por millón y eso hace que la temperatura del océano y del planeta suba. Es el patrón que nos da el paleoclima y todo esto sucede desde hace 50 años».
Cambios históricos
A lo largo de la historia del planeta, los registros paleoclimáticos han demostrado ciclos de subidas y bajadas de temperatura. «Los vikingos llegaron a Terranova en el S.XI, porque hubo un óptimo climático que subieron las temperaturas y luego tuvieron que dejar el lugar», revela. Según su explicación, esto fue debido a ciclos solares. Tras el óptimo climático, luego llegó un periodo frío: «sabemos más o menos que cuándo Cervantes escribió ‘El Quijote’ hacía mucho frío», señala Flores. «Luego llegó otro cálido», apostilla.
Pero lo que ha pasado en la última mitad de siglo, destaca Flores, es que «va mal». Según los patrones históricos, en estos momentos, deberíamos tener una época con menos temperaturas. «Está subiendo muy por encima de lo que de lo que estaba previsto particularmente, y empieza a ser muy preocupante», alerta el catedrático de la Universidad de Salamanca. «La última década está muy por encima de lo habitual y no sabemos cómo puede reaccionar el planeta porque nos faltan datos», añade. Está claro que «la acción humana está modificando las condiciones, pero no sabemos cuándo y cómo puede ser la reacción final, no lo sabemos», señala.
Los modélos científicos aseguran que mantener la temperatura del planeta en los 1,5ºC comparado con la era preindustrial mantendría el equilibrio, «pero vamos tarde», señala Flores.