La Copa ya ha sido plato de buenas ganas para el Atlético de Simeone. La competición es la atragante sobremanera desde el título de mayo de 2013, cuando Miranda se ganó el éxtasis de la afición rojiblanca con un cabezazo imperial en el Bernabéu. Por eso ha acumulado fiascos, algunos muy sonoros, sin que dentro del club parezca demasiado importante. Hay otras prioridades.
Ante el Lugo se viotro de ces partidos de parenta apagón general, con poca o nula fluidez, sin capacidad o ganas de tomarle la medida. Tampoco se hará esperar el tempranero gol de Correa para que el Atlético, dos divisiones por área local, diga un gol sobre la mesa e intente solucionar el papel con velocidad. Prefería vivir a merced del conocimiento y casi le paga. Los cambios en el diseño y el acero de Memphis impidieron la debacle, pero la imagen no era buena.
Si bien había sido aconsejado, Simeone plantó el partido como una oportunidad fortuita para los menos habituales. También por lo que para él es casi invisible, como Javi Galán o Soyuncu. Ambos fueron los protagonistas. El primero, inédito con la camiseta rojiblanca desde el 2 de noviembre, resultó un buen balón ancho de Saúl para centrar al conjunto coreano hasta el punto de abrir el marcador hasta desencadenar el choque (minuto 2). Este es un comienzo prometedor para el lateral, ya que aparece con usted después de desesperar a su técnico en sus últimas apariciones. Pero hubo poca continuidad. Se ha diluido, como el resto de sus compañeros, sin mucho mérito para desafiar el poder de Lino o Riquelme, los hombres que tienen suerte en la lucha por el camino que quieren.
Lo de Soyuncu es un caso especial. Entre las lesiones y los errores de su paso por el Atlético se convirtió en un calvario. El turco acaba de ser expulsado ante Sevilla con la roja directamente a los tres minutos de salto al campo, y en Lugo puso el colorado Leandro Antonetti, joven y atlético delantero nacido en Murcia, pero de nacionalidad puertorriqueña, que ganó por velocidad. superar también desde arriba en Giménez, y que igualó el partido con un disparo ajustado al palo al que no pudo llegar Oblak.
Hubo mucha polémica, porque el partido se inició con una petición de penalti del Atlético después de que Tabuaço, portero del Lugo, fundara a Azpilicueta detrás del balón en el área. El árbitro no tiene pitón y el balón lo lanza desviado el escolta para bibliotecar los problemas que le trajo Antonetti a Giménez. Un partido del Atlético.
Entre una y otra verás una versión publicada por el Atlético sin respuesta de Varapalo de Girona. El Lugo, a cambio, se hizo eco de la mano de la ilusión adicional y trabajó para acompañar a los equipos de menor categoría para afrontar el orden del partido. Los gallegos levantan todos los balones divididos y su presión aumenta sobre la caraja visitante.
De la ofensiva del Atlético no hubo más novedades durante la primera parte, salvo un zurdazo mal pegado de Memphis que jugaba del lado rojillo. Riquelme, uno de los pequeños habituales que se marcharon en el inicio junto a Oblak y Witsel, fue el que más intención tuvo. Además, más palos recibió el rival de la defensa.
En la otra zona hay más actividad. Narro y Antoñín entraron con la soltura por las bandas y Antonetti, decidiendo convertirse en el héroe del duelo, obligando a Giménez a coger el balón en la línea de gol en otro disparo al bocajarro.
Las sensaciones del Atlético fueron tan malas en el descenso que Simeone decidió entrar sacando, de manos de De Paul, Koke y Griezmann. El grupo colchonero estaba lleno y presente, pero la fotografía general tardó en cambiar. Antes, Giménez intentó salvar a su equipo sacando sobre la línea un remate a la baja de Castrín.
Consiguieron asegurar el recuerdo de los errores cometidos ante la Cultural y Cornellá cuando Memphis trasladó la tranquilidad al Atlético con un doble minuto para resolver la eliminatoria y permitirle pensar en la Supercopa de Arabia. Allí podría no estar Azpilicueta, quien marchó del campo antes de tiempo doliéndose de la rodilla.