Más de un centenar de casas en Cobeja, una cuarta parte del total de viviendas, intentan recomponerse del latigazo de agua y barro que la DANA soltó en este pueblo toledano de 2.600 habitantes el fin de semana. El zarpazo de la gota fría también alcanzó seriamente al colegio, que no abrirá sus aulas el próximo lunes; y dañó igualmente el pabellón polideportivo, la piscina municipal y el campo de fútbol viejo.
«Ha afectado desde la iglesia para abajo. Pero las instalaciones públicas no es lo que más me preocupa ahora, sino las viviendas de los vecinos, donde el agua llegó hasta una altura de un metro y medio», apunta el alcalde, José Luis Aguirre, con voz cansada. Ha dormido poco, «dos o tres horas diarias» desde que la depresión aislada en niveles altos descargó sin misericordia en este municipio de la comarca de La Sagra. Pero «ya empezamos a ver un poco la luz al final del túnel y al quinto día lo estamos sobrellevando un poco mejor».
Porque «la situación ha sido desbordante», dice a ABC el edil, aunque «ha habido muchísima ayuda por parte de todos; de empresas contratadas por la Diputación de Toledo, por parte de los vecinos, de los agricultores del pueblo, del profesorado y la directora del colegio…»
Las calles tienen la huella de la DANA: lodo que todavía se acumula en varias zonas porque las retroexcavadoras y los camiones están retirando enseres de las casas -bajas y de dos plantas con sótanos- para tirarlos. «Cuando la gente acabe de sacarlos, iremos con una cuchilla arrastrando todo el barro, aunque en los comienzos de las calles y las aceras ya se están limpiando«, cuenta el alcalde de un municipio donde no tienen que lamentar daños personales.
Se están repartiendo desayunos, comidas y cenas entre los vecinos que tienen sus casas dañadas y no pueden cocinar, además de carretillas, cepillos y palas compradas esta semana para que la gente pueda limpiar. «El Ayuntamiento tiene material, pero está inservible porque las instalaciones están también inundadas», se lamenta.
A todo esto se le suma el suministro de agua desde el embalse de Picadas. «Tenemos poca agua y con poca presión», explica Aguirre, por lo que el Ayuntamiento ha comprado un tráiler con 23000 litros en botellas con agua potable para repartir entre los vecinos, un paquete de 9 litros por familia y día.
En Cobeja, donde una parte del pueblo se puede duchar y la otra no, las casas están sobre el cauce del arroyo, que al desbordarse inundó viviendas, algunas inhabitables en estos momentos. «Ya sucedió en 2009, pero con la gravedad de ahora», dice Aguirre, de 33 años, que lleva sólo tres meses en el cargo. Calcula que volver a la normalidad van a pasar varios meses, sobre todo en las casas dañadas. «Los sitios municipales todavía ni los hemos tocado, porque lo primero son las viviendas», afirma el edil.